El título puede parecer una perogrullada. La lógica sería que el movimiento ecologista apoyara y consumiera productos ecológicos, como de hecho parece que hace. No obstante, un exceso de celo puede tener consecuencias inesperadas.
En Europa no hay ninguna ley que prohiba los transgénicos. Para obtener la autorización un transgénico debe superar un complejo, largo y caro proceso de autorización. Debido a que no es posible prohibir algo sin que haya evidencias cientificas que respalden esta prohibición, la estrategia política ha sido dificultar todo lo posible su comercialización. Entre ellas, la draconiana norma de obligar a etiquetar como que es transgénico solo con una contaminación adventicia de un 0,9%. Esta última norma perjudica principalmente a los agricultores y al consumidor, que se ven obligados a etiquetar como transgénico algo que realmente no lo es. Un margen del 5% como el que se aplica en otros paises sería mucho más asumible y no perjudicaría a los agricultores, pero como aqui a raicales no nos gana nadie, así nos va. Hay que insistir que algunas organizaciones abogan por que este margen sea del 0%. Pero vayamos al meollo. En Europa, por mucho que insista la ministra Rosa Aguilar, no comemos transgénicos. La obligación de etiquetar espanta a los fabricantes, por lo que el grueso de la producción se destina a alimentación animal. Un consumidor puede tener la certeza que en su dieta no hay transgenicos, salvo que la etiqueta de lo que consume indique lo contrario. En Estados Unidos, la situación es la inversa. Puesto que el origen transgénico no supone un cambio en el sabor ni en las propiedades nutricionales, no hay obligación de etiquetar. De hecho la mayoría de la soja y el maíz que se consume en los Estados Unidos es transgénico (¿lo tendrán presente cuando se van de vacaciones?). Eso no quita que haya gente que toma la decisión personal de no consumir transgénicos, como hay quien no come cerdo y hay quien rechaza recibir un transfusión de sangre o vacunarse. El nicho de consumo de esta gente es la producción ecológica, donde está explicitamente prohibido el uso de transgénicos. Es una cuota de mercado que en Europa no existe. En Europa si no está etiquetado no es transgénico, sea o no sea de producción ecológica. La situación recuerda vagamente a lo que pasó en la España de la postguerra con el cine. La política del régimen era que en España solo se hablaba español, por lo que se hizo obligatorio el doblaje de todas las producciones americanas. Eso supuso un golpe a la industria del cine nacional y perder una cuota de pantalla importantísima que sigue hoy en día sin recuperarse. ¿Quien necesita películas españolas si Gary Cooper y Greta Garbo hablan español? Otra cosecuencia de esta política es el escaso nivel de dominio del inglés de la población, comparado con otros países de nuestro entorno (Portugal, sin ir más lejos, donde no doblan las películas).
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Etiqueta americana de producción ecológica |
La situación en Europa tiene un punto de ridiculez. Ni aquí ni en américa hay que etiquetar si el alimento se ha elaborado un sábado. Parece una tontería, pero impediría el consumo por parte de un judío ortodoxo. Sin embargo existe la etiqueta de kosher para asegurar que un alimento cumple todas las normas de la torá. Si el criterio que seguimos con los transgénicos lo hicieramos para contentar a todos los sectores de la sociedad que siguen algun tipo de precepto alimentario, la etiquetas iban a ser como una doble página de "El Heraldo de Aragón".
PD: El viernes estaré en Amazings 2011 en Bilbao. Daré una charla de 10 minutos, participaré en la mesa redonda posterior y posiblemente en algún taller. Será una fenomenal ocasión para desvirtualizar a los lectores del blog o del libro. Alli nos vemos.